“Me digo que no debo preocuparme por lo de Paula. Además, hace demasiado frío para amar. Si fuese verano, tal vez podría ser una buena idea eso del amor, pero ahora, en invierno, no lo es. A quién le apetece amar con este frío. A quién le hace falta el amor teniendo varias cajas de Orfidal. Al fin y al cabo, el amor y el Orfidal tienen la misma utilidad: sirven para quedarse felizmente dormido”.
Ama fuerte, sin mesura. Ama a todo aquel que te ame incondicionalmente, a todo el que quiera lo mejor de ti. Ama lo que haces, sin miedo. Ama mucho y no pienses en lo que vendrá.
Me pilló tan fuerte el último libro de Jose Ignacio Carnero que no sabía si estaría preparada para “Hombres que caminan solos”. Admito que iba pensando que me encontraría con algo menos chocante; predispuesta a asumir que superar el primer libro iba a ser muy pero muy complicado. Hasta entonces, amé mucho.
Y sin embargo. Ay.
La novela vuelve a ser una recopilación de todo y de nada. Vuelve a hablar de él, desde dentro -porque es de la única manera que sabe hacerlo-. Escribe tristemente de tristeza. Escribe de enfermedad. Escribe de verdad.
La depresión es un monstruo que algunos llevan en su interior y que les consume a diario. Es un falso amigo que te roe desde dentro, poco a poco, devorando las migas de tu cuerpo hasta que ya no sabes qué es lo que queda de ti. Es como carcoma. Habrá quienes lo entenderán y quienes no. A los que no: leed a Jose Ignacio Carnero. A los que critican la lectura por lo que comporta o hay detrás de una persona malherida: leed a Tolstoi, Virginia Woolf, Plath, Kafka o a cualquier otro con trastornos mentales. Creo que os equivocáis con la idea de que hay escritores que buscan el dolor para ser maravillosos. El dolor no se elige. El dolor no se usa como justificación. El dolor vive contigo, sin más. El dolor te cambia.
En mi opinión, se nota que el que está detrás de las páginas es un chico sencillo y humilde; el típico tipo que bien podría ser nuestro amigo y al que le darías muchos abrazos e invitarías a copas. Eso me pasó con su primera novela y me vuelve a pasar ahora. Empatizo muy rápido y coincido lentamente con él. Mientras estoy en esa coordinada, asiento y voy deteniéndome en la lectura, hablando sola y en voz alta: “sí, sí, qué razón tiene”. Escribe sin dejar de puntualizar en todo momento que lo que vive es algo personal. Es una biografía. ¿Qué queréis? ¿Que hable de la reina Isabel o de vuestra vecina la del quinto? Habla de sus sentimientos. Habla de lo que no se habla. Esto es suyo.
Se atreve a estar solo. Se atreve a estar mal consigo mismo y con los demás. Se atreve a dudar. Se atreve a padecer. Se atreve a hacer todo aquello que yo no podría hacer.
Eso sí. A mí tampoco me gusta el mar.