Un peligro: el ser humano. El cambio climático: una consecuencia. La muerte: otra más.
En esta isla -al igual que en todo el planeta- hay dos amenazas. La primera de ellas es natural: aunque el territorio es hostil y está aislado de la civilización, no deja de ser víctima de un cambio climático inminente; la segunda es adulterada: un grupo de científicos llega para investigar la zona y, con ellos, traen la desdicha.
En un momento del libro se habla directamente (aunque en mi opinión no hacía falta y hubiera quedado más sutil hacerlo como guiño) de “Diez negritos”, la obra de Agatha Christie. Magistralmente hablando no tiene nada que ver, pero sí que se le parece en su Modus Operandi. Personajes que quieren liberarse, estar solos, huir. Asesinatos silenciosos, oscuros y macabros.
El libro no abandona en ningún momento esa concienciación e intención reconciliadora con la naturaleza. Sin embargo, para que no fuera simplemente un ensayo de alguien que ama el universo y expone aquí todos sus saberes, Marta Barrio entreteje con la historia principal una trama secundaria que consigue llamar la atención.
No te sorprendes tanto por lo que pasa sino por la manera en que lo cuenta: directa, perversa y muy -perdonadme la expresión- psicópata. Creo que esta parte más pérfida de la historia es la que más me ha gustado y la que más me ha entretenido. La otra parte, la del cambio climático, que es la que más me ha costado, paradójicamente, es la más necesaria.