Si me pidieran, ahora mismo, alguna recomendación para el próximo confinamiento, sin lugar a dudas, una de ellas sería “Los juicios de Rumpole”.
No es un libro profundo en el que se hable de emociones: es un libro, simplemente, que te hace reír. Y no infravaloremos la risa: en mi opinión, cuesta más encontrar una historia que te haga llegar a la carcajada que al llanto. Así que sí, Mortimer me ha cautivado con su poder de seducción verbal y sus construcciones irónicas, su tono sobrepasado y su inteligencia.
El libro está compuesto por cinco cuentos y en cada uno de los relatos aparece la figura de Horace Rumpole, un abogado criminalista bastante peculiar y conocido en el sector. A lo largo de la obra, y muy de vez en cuando, el personaje deja de ser tratado en primera persona para, de golpe, ser tratado en tercera; de esa manera el autor nos muestra, desde fuera, las quejas que Rumpole tiene y las dudas que le reconcomen. La figura del figurante, vaya.
Los casos no son lo más atractivo de cada cuento (que también, puesto que no son ni típicos ni aburridos); para mí, lo que realmente no tiene desperdicio es la caracterización del señor Rumpole. Está dotado de cinismo, de soberbia, de imprudencia mental, de confianza y de gracia. De mucha gracia. No solo sabe explicar cómo defender a cada cliente sino que además sabe cómo sacar de sus casillas a todo el mundo. Junto a “Ella, la que ha de ser obedecida” (su mujer, que así la llama), veremos a un protagonista seguro de sí mismo que irá del caso más frío y aburrido al más íntimo y personal.
Sé que hay una serie de obras que forman la saga “Rumpole”, como también una adaptación cinematográfica. Recurriré a ellas en días tristes. Superación de penas asegurada.