Pues como dice Isora: shit.
Me da mucha pena sentir que no disfrutado cien por cien este libro como me hubiera gustado. Me da pena porque 1) fue un regalo y porque 2) me habían hablado muy bien de él. A lo mejor voy a decir un disparate, pero la sensación al leerlo ha sido la misma que al leer “Vozdevieja”. He terminado y he experimentado lo mismo: me siento desubicada.
En mi opinión, la parte buena de “Panza de burro” (siempre hay alguna) es que el dialecto de la protagonista es hipnotizante. Llega un momento en el que podrías mantener una conversación del mismo calibre con ella a pie de calle y sentirte como en casa. La voz de Andrea Abreu, en ese sentido, es particular, eficaz y arrolladora. Es real. Y eso es lo más bonito de todo. Estás leyendo y lees Tenerife. Viajas.
La parte mala (a mi parecer, y siempre desde una perspectiva personal que, en este caso, está muy alejada de la general) es que, de nuevo, he notado que la historia partía de una experiencia personal y que, si no te sentías identificado con esa experiencia, podías verte un poco desplazado de la escena principal. Como si no fuese contigo.
Es evidente que hay partes de la trama en que es inevitable imaginar a tu familia, a tus amigos, a las tardes de verano que pasabas aburrida en casa jugando a la “genboi”. Todos podemos vernos reflejados en esos pasajes y sentir que la autora nos ha estrujado un poco el corazón. Llega un momento, sin embargo -y he ahí el motivo por el que me ha recordado a “Vozdevieja”-, que la escatología infantil que se describe en algunos capítulos me sobrepasa un poco. Ojo y repito: para mi gusto. (Que conste en acta que no soy la persona más fina del mundo, aunque no tendría que tratar de poner excusas). Sé que la autora pretendía eso: que no fuera ni fisquito de fino y que se plasmara la realidad absoluta. Pero en mi infancia y en mi adolescencia esa realidad era otra.
No me malinterpretéis. La novela tiene muchas partes que me han gustado. No me ha provocado un rechazo absoluto y de hecho tengo ganas de seguir leyendo a Andrea, así que aquí seguiremos: esperándola.