“Hay que ser blando como relleno para acceder a la vida y fajar cada nuevo hijo, de punta a punta, con la seda del propio miedo, madre castradora por naturaleza, cheerleador incondicional. La fuerza del miedo es la suma de cada pequeño sueño reducido a polvo. A esnifarlo, pues, al parecer es la única manera de vivirlo que nos queda. Disimular la desnudez poniéndola en una ducha y santas paces. Bendita sedación.”
-
El permafrost: tierra helada, permanentemente glacial. Frío. Paisaje eterno. Naturaleza indemne. El permafrost: escudo de la protagonista, obstáculo también. No para ella. Una lástima para algunos. Para otros una bendición.
Me ha encantado este libro y me ha durado dos tardes. Es un relato breve, con pasajes poéticos, etéreos, muy íntimos. Se profundiza en los sentimientos de una suicida, de una persona que no disfruta el vivir, de un corazón solitario. Sientes, aunque tú no seas así (o sí) que la compadeces: que incluso a veces te sientes identificado con ella. Inevitablemente. Supongo que todos hemos pasado por momentos así.
Y todas. Porque el libro habla de nosotras. De la exploración, de la diferenciación, de la liberación femenina. De lo diferentes que somos a veces y de lo iguales que podemos ser, aunque eso de miedo.